La voz interna

Relata el Chhandogya Upanishad cómo muchacho recibió el conocimiento y aunque la forma del relato es tosca, encierra una gran verdad.

Le dijo muchacho a su madre:

  • Quiero estudiar los Vedas. Dime el nombre de mi padre.

Pero la madre era una mujer soltera, y en la india los hijos de madres solteras son parias y no se les permite estudiar los Vedas.

Así que respondió:

  • Hijo mío, no sé quién es tu padre, porque serví en diferentes lugares; pero mi nombre es Jabala y el tuyo Satyakama.

El muchacho se fue a ver a un sabio y le suplico que le atendiera como estudiante, y el sabio le preguntó:

-¿Cómo se llama tu padre y de qué casta eres?

El muchacho repitió lo que había oído de labios de su madre, y entonces reproduce el sabio:

  • Nadie si no un brahman es capaz de decir de sí mismo tan perjudicial verdad. Tú eres brahman Y yo te enseñaré, porque no te has apartado de la verdad.

El sabio recibió el muchacho por alumno y le educó.

Un día le mandó su maestro a Satvkama

Que se llevara al bosque cuatrocientas vacas enjutas y endebles para apacentarlas, diciéndole que no volviese del bosque hasta que el número de reses de la vacuna manada hubiese llegado a mil.

Al cabo de algunos años, oyó Satyakama el bramido de un toro que le decía:

  • Ya somos mil. Vuélvenos a tu maestro y te enseñaré algo de brahman.

Satyakama repuso:

  • Enséñamelo ahora mismo.

Y él respondió:

  • El Oriente es una parte del Señor. Y también los son el Occidente, el Sur y el Norte. Los cuatro puntos cardinales son las cuatro partes de Brahman. El fuego también te enseñará algo de Brahman.

El fuego era el magno símbolo en aquellos días; todo estudiante tenía que procurarse fuego y hacer ofrendas. Así es que al día siguiente se encamino Satyakama a casa de su maestro, y cuando a la caída de la tarde terminó el sacrificio y adoración del fuego, estando sentado junto a la hoguera, oyó una voz que de allí salía diciendo:

  • ¡Oh! Styakama.

El joven no vio nadie, pero respondió:

  • Hablar, Señor.

(Este es un caso que también se lee en el antiguo testamento, cuando Samuel respondió a la voz que le llamaba).

La voz del fuego prosiguió diciendo:

  • ¡Oh! Satyakama. He venido enseñarte algo de Brahman. Esta tierra es parte de Brahman. El firmamento y el cielo son partes de Brahman. El océano es parte de Brahman.

Después dijo el fuego que vendría un ave a enseñarle también algo de Brahman. Satyakama prosiguió sus tareas, y cuando hubo terminado el sacrificio de la tarde con vino un cisne y le dijo:

  • Te enseñaré algo sobre Brahman. Este fuego aquí adoras ¡oh! Satyakama es parte de Brahman. El sol, la luna y el rayo son partes de Brahman. Un ave llamada Madgu te enseñará algo más respecto de Brahman.

Al día siguiente, después del sacrificio de la tarde vino el ave Madgu Y le dijo:

  • Te enseñaré algo respecto de Brahman. El aliento, la vista, el oído y la mente son partes de Brahman.

Entonces el joven se presentó con profunda reverencia al gurú o maestro, quien el verle exclamó:

  • Satyakama, tu rostro brilla como el de un conocedor de Brahman, ¿Quién te enseño?

Satyakama respondió:

  • Seres distintos del hombre. Pero deseo que tú me enseñes. Porque yo he oído decir a hombres como tú, que sólo el conocimiento recibido de un instructor conduce al supremo bien.

Entonces el sabio le enseñó a Satyakama lo mismo que ya le habían enseñado los dioses, sin que dejara nada por enseñar.

Aparte de las alegorías de lo que enseñaron el toro, el fuego y el cisne, vemos la tendencia del pensamiento en aquellos días. La idea capital, cuyo germen hemos visto, es que todas las voces relatan están en nuestro interior. Según vamos comprendiendo esta verdad, notamos que la voz sale de nuestro propio corazón, y así Satyakama, comprendía que sin cesar oía aquella verdad, pero no aceptaba la explicación. Creía que las voces resonaban en el mundo exterior, aunque salían de su interior.

Por otra parte, es necesario llevar a la práctica el conocimiento de Brahman. Las gentes anhelan las posibilidades prácticas de la religión, y en los relatos antiguos vemos como era más práctica cada día la idea de Brahman. Se enseñaba la verdad por medio de las cosas con las que mayormente estaba familiarizado el estudiante.

            Llegó Satyakama a ser maestro y recibió por discípulo a Upakosala Kamalayana, quien recibiría por temporadas en la casa de su maestro.

            Tuvo Satyakama que hacer un viaje, y Upakosala Kamalayana quedo abatidísimo, y cuando la mujer del maestro le preguntó que por qué no comía, él respondió:

  • Soy demasiado infeliz para comer.

Entonces, del fuego del sacrificio salió una voz que decía:

  • La vida es Brahman. Brahman el éter Brahman es felicidad.

Conoce a Brahman.

El joven respondió:

  • Ya sé, ¡oh! Señor, que la vida es Brahman; pero no sabía que fuese el éter y la felicidad.

La voz explicó que éter y felicidad significaba en la misma cosa, pues el éter simbolizaba la inteligencia pura residente en el corazón.

Así le enseñó la voz al joven Upakosala Kamalayana que Brahman además de la vida en este residente en el corazón.

Después dijo la voz del fuego:

  • La tierra, alimento, el fuego y el sol a quienes adoras, son formas de Branham. Él vive en el sol. Quien conoce esto y mediten el queda libre de pecado y larga vida feliz. En los puntos cardinales, en la luna, las estrellas y en el agua, en esta vida, en el éter, en los cielos el rayo vive él.

No tenemos la misma idea de religión práctica. Las cosas que los antiguos adoraban, tales como el fuego, el sol, la luna, etc., Y las voces con las que estaban familiarizados, forman el argumento de las narraciones que las explican y les dan un significado superior. Tal es el aspecto positivo y práctico del Vedanta, qué no destruye el mundo, ni la personalidad humana, ni la individualidad, sino que los explica y nos enseña cuál es la verdadera individualidad. No dice el Vedanta que nuestro mundo sea malo, sino que dice: “Comprended lo que este mundo es, a fin de que no pueda dañaros”.

La voz no le dijo a Satyakama que fuesen malos el fuego, el sol, la luna, el rayo, etc., sino que le mostraba que en él recidía el mismo espíritu residente en todas las cosas, de modo que Satyakama vio desde entonces a la luz de su propio espíritu transformadas todas las cosas. El fuego, que hasta entonces había sido para el un fuego material, en que hacía sus poblaciones, asumió un nuevo aspecto y fue el señor. Todas las cosas sensibilizaron Satyakama conoció la verdadera naturaleza de las cosas.

La idea capital del Vedanta es ver al señor en todas las cosas y verlas tal y como son en realidad y no como parece. Dicen los Upanishads: “Brahman brilla en los ojos del hombre. Es el hermoso, el brillante, que brilla en todos estos mundos”.

Según opina un comentador, cuando un hombre es puro se asoma a sus ojos la luz del Espíritu que refulge por doquiera, y es la misma luz de los soles.

Sucedió una vez que Svetaketu fue a la corte del rey de los panchalas, y el rey le preguntó:

  • ¿Sabes a dónde va el hombre cuando muere? ¿Sabes cómo vuelve? ¿Sabes por qué nunca se llena el otro mundo?

El joven respondió que lo ignoraba y fue a preguntárselo a su padre quien tampoco lo sabía, por lo que ambos volvieron a la corte del rey suplicando de qué se lo enseñara.

El rey les dijo que ni los sacerdotes lo sabían, sino tan sólo los reyes, y por esta razón gobernaban los reyes el mundo. El padre se quedó al servicio del rey por algún tiempo, y el fin el rey le enseñó diciendo:

  • El otro mundo es el fuego. El sol es su combustible. Los rayos el humo. El día la llama. La luna las pavesas. Las estrellas las chispas. En este fuego hacen los dioses liberación de fe y de esta liberación nació el rey Soma.
  • Pero tú no necesitas hacer libación en este mezquino fuego. El mundo entero ese fuego y continua es la adoración y el sacrificio. Los dioses, los ángeles y todos los seres, le adoran. El cuerpo del hombre es puro, se asoma a sus ojos la luz del Espíritu que refulge por doquiera, que es la misma luz de los soles.

Fragmento del libro Vedanta Práctica – el conocimiento más elevado – de Swami Vivekananda

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